Vestido de un humo parecido al de los sueños.
No-te miraba nítido ni intangible.
¿No es lo mismo?
No. No lo es.
Con-traje negro y una corbata negra sobre una camisa blanca.
Perfectamente vestido. Perfectamente simétrico.
Humeado y con lóbregos ojos sobre su rostro elegante, esbelto y varonil.
Sin una peca, sin un barro. Y sin un cabello fuera de su lugar. Revuelto en una forma esplendida y sin llegar a ser molesto.
Con una mano dentro de su pantalón de ceniza.
¿Quemado o pos quemado?
Cenizo, porque era de la ceniza de los pinos que se morían.
Esbelto. Acomodado en medio de la vista que se vestía confusa. Como en un sueño. Entre humo de pino y el humo de la creencia de estar durmiendo.
Y también intoxicado.
Con el frío y el polvo de plomo; vidrio y carne quemada.
Un ojo medio abierto y el otro entrecerrado.
- Sabrás ahora lo romántico que es morir quemado.
Ardiendo en una llamarada roja y naranja. Más cálida que dolorosa. Oliéndote y retorciéndote en el placer de ser próximamente humo. Antes ceniza, antes carne roja y naranja. Antes carne cruda, antes humano, solo, sólo humano. Sobrio, sombrío, zozobrado.
Mano derecha resguardada del fuego; dentro del pantalón cenizo. Mano izquierda revestida con un guante negro. Sosteniendo la mano negra y ceniza. Carbonada. Deshaciéndose. Saliendo de las lascivas llamas. Mi cuerpo.
Cansado. Satisfecho. Me hundo en esa sensual sonrisa; y me deshago en lo prometido.
Cenizas, después humo, humano, in-humano, sobre-humano.
De polvo eres y en humo te convertirás.
A.L