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martes, 28 de mayo de 2013

De lo que esta hecho un hombre. Recuerdos.

Mientras caminaba hacia casa con mi madre; por la calle ya oscura me puse a preguntarle un par de cosas que sonaron un poco extrañas. Quizás porque ella no supo que responder o porque la respuesta era una negativa.

Después de eso me puse yo a analizar lo que pregunte y al no encontrar una respuesta grata decidí redactarlo para no olvidarlo, o al menos para tratar de organizarlo mejor ¿Qué es la felicidad? A un hombre de cierta edad ¿Qué le hace feliz? Se me vinieron muchas cosas: el sexo, el dinero, el poder, la fantasía. Pero luego recordé una cosa; recordé que la razón por la que caminábamos a esa hora era por querer ver a mi tío, al cual no pudimos ver y mejor nos regresamos; ahí fue donde pregunte a mi madre si acaso ella sabía si él era feliz y que era lo que lo hacía serlo. Vivir más de cincuenta años fingiendo alguien que no es, teniendo una vida dentro de una habitación; olvidado, lleno de polvo entre cajas de viejos casetes y películas pornográficas de los 90´s. Y recordé la única cosa que le hace feliz a un hombre viejo: son los recuerdos. Las viejas y amarillas fotos donde aquel cuerpo sin arrugas resplandecía de juventud y que aun sobre capas de polvo y lagrimas evaporadas podía apreciarse la sonrisa de aquella joven, las carcajadas de esos muchacos, el brillo en los ojos de cada rostro, de cada escena, de cada recuerdo.

El hombre vive para eso, come de eso, se calza día tras día de ellos; los va recogiendo en cada esquina donde dobla, en cada lagrima que deja muerta en su palma; incluso si es muy afortunado: en cada piedra de arrojo contra un enorme charco de agua formado por aquellas lluvias de su niñez donde que importaba nada, sólo disfrutar, vivir, reír y lanzar piedras a los charcos para después ver como las luciérnagas cubrían los arbustos en el arroyo y creer que eran seres mágicos.

A los cincuenta y tantos años de mi tío homosexual, que reprime sus dolores el solo en un cuarto y a mí; a mis veinticinco años, a mi estado vital de salud que es mi amante perpetuo y el tercer punto en mi triangulo de amor con la soledad, los recuerdos compañeros míos les juro por mi manos y mis labios que los recuerdos vivirán más que su joven y promiscua piel.

 

A.L

sábado, 25 de mayo de 2013

La Luna I

Cuando quieras verme y yo ya no este.

Busca la luna; ella es la casa donde estaré.

 

Cuando te sientas triste y con ganas de llorar;

también busca a luna:

y sacúdete las pupilas rojas sobre de sus cráteres.

Sobre dunas blancas; brillantes espejos.

 

Cierra los parpados e imagina que viajas en un mini Cooper azul.

entre nubes negras y rasgadas del marino tul.

 

Busca la luna tallada en charcos de agua

para cuando no sepas que cenar.

 

Y cuando quieras vivir conmigo.

compañero, la luna te guiara a mi hogar.

 

A.L

viernes, 10 de mayo de 2013

Sistema eléctrico del corazón.

 

A mi Madre.

 

Para las horas en las que me tuviste acurrucado,

para los días, los meces y los años

en lo que sólo podías quererme.

 

- Gracias-.

Para los besos inesperados y no tangibles.

Para la hoguera de amor que nunca se extingo.

 

- Gracias-.

 

Para las noches y las mañanas amamantando mi alma.

Para las lágrimas de diamante y las carisias nunca forzadas.

Para todo el pasado, el interminable presente y el lejano futuro:

 

- Gracias por existir y alumbrar con tu haz de luz

el sistema eléctrico de mi corazón-.

 

A.L

miércoles, 1 de mayo de 2013

Una tarde más.

 

Para comenzar tratare de explicar brevemente de lo que narran estas palabras.

¿En alguna ocasión se han preguntado cosas quizás respuestas no logran encontrar tras tres horas en un bar? Preguntas de las cuales llegas a creer que no hay un posible respuesta – o quizás, real-. Es en ese preciso momento en el cual se desarrolla esta narración: en el buscar respuestas de preguntas tan simples y a la vez tan complejas para un cierto tipo de persona. No estoy hablando solo de ti o de mí; hablo de las personas en general, de todos nosotros en el punto exacto en el que nos preguntamos ¿Qué es lo que voy hacer ahora?

Leer o ver televisión; escribir o dormir en una tarde calurosa. No hacer nada es hacer algo – porque por eso se define el término a la nada; porque es parte de algo-. Así me dispuse a buscar ese que hacer en mi mente: pensé en salir a tomar un café o, ir más tarde por un trago. Cruzo por mi mente el hecho de salir y capturar la tarde con mi Cannon para dejarla olvidada en la carpeta correspondiente al día, en la carpeta de fotografías de menú raíz. Agradezco esa indecisión que me caracteriza siempre pues, la tarde estaba tan sínicamente olvidada de inspiración que hubiera sido un estorbo cargar la cámara que no iba usar.

Así que camine; convertí el mundo que me rodeaba en una escena a mi placer: oyendo lo que quería oír, viendo lo que quería ver; sintiendo lo que mis manos querían sentir en el momento en el que ellas quisieran. Y comencé a desenmarañar la media espesa que envolvía mi mente en ese poco atractivo atardecer.

Me llene de los textos que yo quería, a mi mente llegaron hermosas y monstruosas palabras filosóficas que por las cuales me arrepiento el no haber llevado algo donde escribirlas. Quizás su destino era el nunca llegar a ser oídas por alguien más que no fuera yo. Fueron esas frases e amor, de reflexión, de banalidades tan comunes que se disolvieron en el fresco viento de las siete de la tarde. Soñé mientras caminaba, mientras cantaba y vagabundeaba por el cielo gris. Pensé entonces ¿Qué era lo que necesitaba hacer? Que miedos eran los que no me permitían moverme en aquel cuarto el cual muchas veces repique que era el lugar donde quería morir.

Y llegue a una conclusión que más que obvia era infinitamente simple; pero que en algunos casos es invisible. Es ir a done quieras, hacer lo que puedas, comer, beber, amar, sentir y remendar lo que puedas, es andar y en muchos casos, sentarse a descansar; es comenzar a sentir que el no hacer es parte de hacer algo y que todo en algún momento tiene su razón de ser.