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sábado, 17 de octubre de 2015

Café con deslactosada.

cafebrujula

- La leche normal me pone mal, muy mal.

Detrás de la barra, los dependientes vestidos todos uniformados de playera negra y gorra, movían trastos y sonreían parcial y pedantemente.

- De verda que la leche normal me va muy mal.

El cajero sonrió nervioso más que cortes, y es que sí:

- No es que yo sea una persona especial o remilgosa; no, la leche de vaca, de cabra, de burro o de toro me va mal. Me entra una agrura pesa, como beber brandi por las mañanas, y eso de beber por las mañanas no me pesa, ya sea brandi o ginebra; no me asusta el estomago tanto como la leche… y qué decir de la diarrea, huy no: se me suelta como una bola de estambre dejada a la de Dios, en las patas de un gato, así de fuerte, así de pesao

- Será entonces deslactosada, ¿algo más?

- media carga, el café de aquí es muy fuerte, me trae un amargo que me extraña, no es que no me guste el café amargo, es solo que el sabor es un poco desorbitante además…

- Será media entonces.

- Aja.

Veintiocho con setenta, y el joven lanzó mi comanda, mientras se me clava mirándome pasiva e insistentemente.

- ¿Qué cuánto?

-  Veintiocho con setenta.

- Traigo treinta.

Luego alzó los hombros y tomó el dinero, “que le doy cambio”, y luego el sonido de la caja al abrirse y cerrarse.

Saboreé el café de manera autómata, y es que en un lugar lleno de gente con café en boca o mano me sentía un poco fuera de lugar, como extraño, más de lo normal. ¿Una cafetería y yo sin café? Era tan extraño como una puta que no sabe mamar: puede existir el caso, cómo no, por más extraño que suene puede existir; y así de raro me sentía.

Era yo la puta que no sabía mamar en la cafetería, mis manos me comían ya por tener mi vaso de café y no sentirme tan puta; supongo que el dependiente descubrió mi putes tan desbordante, y respondió mi ahogado grito de ayuda.

- Su café va salir en un momento, joven, que si gusta puede llenar el cupón canjeable mientras espera.

Era, es, bueno, era más confrontable ser un rellenador de cupones a una puta.

GRACIAS POR SUS DIEZ COMPRAS!

CANJEA ESTE CUPÓN POR UNA BEBIDA GRATIS,
CUANDO GUSTES O CUANDO TE PLASCA, QUE VA SIENDO LO MISMO

ATT. CAFETERÍA MAYOR.

Rellenar con datos verosímiles o reales, es cosa compleja, para mí, uno que es escritor y que siempre firma con pseudónimo hasta las para colocar anuncios de citas en revistas porno, siempre se le va la brocha cuando tiene que caer al mundo donde tu nombre real sobrepesa ante todo lo demá.

Cómo adoro al tipo de hombre que llega siempre a rescatarme: el dependiente cogió el cupón y amablemente conjuró.

- Solo debe poner su nombre y su móvil para registrar el cupón.

Me asomé dubitativo a la barra. Conjurar la simple pregunta de saber si tengo que dar mi nombre real me convence que el mundo no está destinado a ser alguien más dentro de alguien más, salvo si eres medio trans o medio puta en una cafetería

- ¿A caso carga otro nombre señor?

Luego de una breve pero intensa explicación del por qué mi segundo nombre al dependiente, éste optó por sonreír, no con la boca sino con los ojos, una sonrisa que solo se puede ver al momento y que no se sabe describir a ciencia cierta.

- ¡Ah! ¿Así que usted es escritor?

- Es mejor que ser puta.

Decidí dar el falso nombre a respuesta de su poca gana de saber sobre mi sentimiento putesco.

- “Alfonzo, Alfonzo Lacruz”

- ¿Junto?

- “Alfonzo” separao, “Lacruz” junto.

Rellenamos un cupón extra, pues anotó “Alfonzo” con “s” y no con “z”, hay Alfonzos con “s” pero el mío es con “z”; tampoco es una gran calamidad desde un punto de vista normal, pero para mi lo es, uno que vive y muere de letras, que te anoten en un cupón canjeable mal tu nombre, es como que te llamen puta en una iglesia.

- ¿Móvil?

- 743…245...9669.

Entonces el dependiente suspiró largo y parsimoniosamente, sonrió al entregarme mi vaso de café con leche.

- ¿Media carga?

- Media.

- ¿Deslactosaá?

- ¡Deslactosaá, media carga, y tibio!

Agradezco enormemente que él me aliviara, en su momento mi agobio de ser una puta con problemas orales; no juzgo a las putas, no. Pero es realmente estresante serlo sin tener noción alguna de cómo serlo.

No pienso volver a ese café.

Afuera hacía frío, y la tarde ya había caído sobre mi putesca vida y café.