Te conocí como tempestad.
En una tormenta que arraso con las maletas que cargaba en el pecho:
Las horas, las envestidas de recuerdos, los recortes de letras adornando el cuerpo desnudo en una pesadilla que más que perversa era casi, casi realmente vivida.
Te conocí justamente en el paso del tornado.
Tu rugido mitigo el llanto de las hormillas enloquecidas y huérfanas.
Y convirtió el espiral de lodo y aire en una diminuta briza que se escondía detrás de mí.
Semejante a un Dios, tocado por Él.
Bendito, imponente y natural. Tu motor ronroneante era la señal que decía a kilómetros
que el rey había llegado.
Rompiendo maquinas, descuartizando hienas cristalizadas con solo un zarpazo.
- Esas llenas son como las pesadillas puras y sin gota de negrura. Devorándose las castañas de los arboles indefensos.
Aun así no cesaste el paso, y miraste más fijamente el hecho de hacerme sobrevivir bajo el calor de tu capa de rey.
– Emperador de los bosques que tu creaste-.
Mojadas y encharcadas, las escaleras de cantera hacia tu castillo disparaban una frescura inmaculada que aun con tu armadura te hacia divagarme palabras:
- Olvidar que estas a un día de desaparecer para reencarnar en una lechuza de acero nuevamente; son estos los días de fresco viento los que hacen que los papalotes vuelen más alto que las golondrinas”
Te conocí en medio de una tempestad provocada por las hienas y corriste a volverme a salvar sin tener otra opción.
– Oh mi adorado león mecánico, déjame usar tu casco como tumba para apaciguar el miedo de los colmillos de cristal-.