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jueves, 22 de octubre de 2009

Capítulo 4 “Las naranjas en el cielo y los días que pasan sin verlos”

cap4

Día uno:

Después de despertar en este lugar; después de tratar de entender miles de veces lo que aquella voz me dice; después de… después de ver mi rostro de nuevo en un espejo al fin puedo dejar de buscar una escapatoria. Cansado y resignado a creer esto, deduzco por mí mismo que estoy muerto. - ¡No lo estas… reviviste! Dice e insiste la voz que suena en un micrófono en el techo, detrás de mí, frente, del espejo. Acaricio el espejo para sentir mis manos – Mira mis labios que tan quebrados quedaron. Me decía a mi mismo mirándome aun en el espejo.

Me regalaron una libreta y un lapicero – que raros, no son la clase de papel que recordaba, ni la clase de plumas que usaba…-.

¿Cuál es la razón de seguir vivo? Si es que lo estoy, o ¿Cuál es mi siguiente tortura si estoy muerto? ¿Qué es este lugar tan cómodo? Mi mente se aturde al pensar esas cosas; trato de asimilar – 100, 200, no sé, quizás 300 años después de muerto y sigo vivo ¿Cómo? ¿Por qué?

- ¿Cómo?... ¿Por qué?...

- … (sonido de estática)

… Mi vida antes de muerto no fue tan satisfactoria más que mi vida después de muerto.

- Buenos días Carlos

- ¿Cómo puedo saber que es de día?

- Porque yo digo que es de día…

- … bien

Carlos rasguñaba la mesa de acero que tenia frente de él; - hoy estás más tranquilo ¿Podemos hablar? Decía la voz distorsionada. – Claro, de que quieres hablar… ¿de qué?

… Hablar de ti me vuelve loco – lo sabes… prácticamente soy un loco al hablar siempre de ti. Bajo de mi techo arrugado, sobre las nubes que suelo dibujar con mi lápiz, en el andén de un tren imaginario… donde sea; pensar en ti es un deleite magnifico que solo se puede comparar con verte.

Iba bajando por la calle – esa calle empedrada bonita con un montón de gente a mí alrededor. Como siempre: ausente del mundo accidentalmente tire mis libros; me agache para levantarlos y una mano apareció.

- ¡Qué gusto volver a verte! … Carlos

- … Si… ¿Quién eres tú?

- (Una preciosísima sonrisa) soy Ramiel…

Y mi vida comenzó a girar de nuevo, a moverse como un reloj con pila nueva - ¿Quién era? No lo sé; no recuerdo conocerlo, ni recuerdo su rostro tan lindo… - Bueno, espero volver a verte… Hasta pronto.

- … y se elevo al cielo infinito…

- Y bla bla bla… tu encontraste una nueva razón para seguir vivo… ¿Cierto?

- … si.

- Pero… esa razón no duro mucho… ¿Verdad?

- … si lo sabes ¿para qué lo preguntas? ¿No ves que estoy aquí?

- … si

Mi muerte no fue tan interesante; no fui arrollado, ni asesinado, ni mutilado ni mucho menos fui lo suficiente como para provocar un gran escándalo – no desde mi punto de vista… cuando estaba frío en el piso de mi habitación.

Día 2

Galletas hechas de un material extraño – parecen de pan y pedazos de chocolate. Un vaso de leche… o eso parecía; y una pequeña capsula de gel amarillo, del tamaño de de mi uña del dedo meñique. – Esta te dará los nutrientes que tu cuerpo necesita- decía la voz que siempre me parecía la misma pero extraña.

- ¿Cómo se que no es veneno?

- Porque para que queremos volver a matarte

- ¿Volver?

- … come.

Las mañanas – si es que podría llamarlas así; eran monótonas, simples, triviales hasta el momento. Una vaso de leche fría, un par de galletas sintéticas y una capsula amarilla, en esa mesa de metal brillante y helado como un tempano…

El Pájaro de Fuego Capítulo 4 "... ¿Qué es más lindo que ver crecer una naranja en el cielo?"

… como el tempano que flota y se va cayendo delicadamente frente de mi - ¡Ven corre! Me gritabas mientras te dirigías hacia la multitud de gente; tus ojos brillaban tan fuertes con esas hermosas luces que marchaban lentamente como hormigas luminosas en aquellos árboles del centro de la fría ciudad.

- ¡Por favor!

- ¡Oh! … No seas huraño

Me tomaste de la mano. Aun con ese par de guantes - ¡Como podía sentir el calor de tus manos! Ese cálido fulgor que emanabas desde tu pecho, pasando por tus guantes y saliendo como fuente en aquella bufanda blanca que te regalé; tu cabello corto brillaba como espejo, tu piel clara, cálida, tersa, tu sonrisa que derrumbaba cerros y barreras en mi corazón era más potente hoy – no sé porque vi ese tempano, quizás lo aluciné.

Jalándome me llevaste hasta el centro de la multitud; cubriste mis ojos con tus manos… te agachaste un poco y me susurraste con tu cálido aliento en mi odio.

- ¿Qué es más lindo que ver crecer una naranja en el cielo?

- … no lose dime tu… ¿Qué es más lindo que ver crecer una naranja en el cielo?

- Es… ver… crecer naranjas en el cielo…

Continua escribiendo sombre las hojas de papel.

La estática es más sonora; sospecho de algo que no sé; sospecho compulsivamente de algo que probablemente sucederá; ¿Cómo lo sé? No lo sé, pero creo que sucederá… no por nada me dieron esto para escribir…

- ¿Por qué?

- ¿Por qué… qué?

Volví a preguntar de nuevo a “él” que me miraba desde un lugar extraño y me respondía como Dios encima de mi cabeza – Aun no puedes saberlo… en realidad ni yo mismo estoy seguro del porque. Repetía con un tenue eco que producía la habitación. Mientras él seguía leyéndome al parecer esta historia que me sonaba conocida.

… la noche era fría y se vestía elegantemente con el vaho de la gente y con las luces de los focos enredados en todas partes. Era una dama luciendo su mejor vestido para la especial ocasión.

- Mira tú mismo…

-

Efectivamente tal como él me lo dijo; en ese inmenso y oscuro cielo comenzaron a crecer naranjas: verdes, rosas, rojas, amarillas, naranjas… el cielo se cubrió de ellas que, tiritaban cuando se expandían y desaparecían en un bostezo. Maravillado por el impacto no pude evitar dejar ir una sonrisa. Era no solo impactante ver esas naranjas en el cielo: cientos de luces desprendiéndose de un pequeño punto en forma de naranja… no, no era solo eso; era el hecho que tu estabas ahí, conmigo, ¡Conmigo! Abrazándome detrás, susurrándome lo mucho que me querías y lo grandioso que era para ti verme feliz a tu lado. – ¿Qué es más lindo que esto? Seguías diciéndome detrás de mí sosteniéndote en mis hombros y dejando que la gente viera tu blanca sonrisa. - El verlo contigo… susurré casi mudo para evitar que te rieras de mi; pues creía que jugabas a ser cariñoso. Más unos segundos después me dijiste con tu voz arriba de mi cabeza – algo más hermoso que esto… es el verlo contigo…

Una chica volteo avernos; tú la miraste y me abrasaste más, diciéndome mientras metías tu boca en mi cuello – Es tanto el frio aquí… vallamos por algo caliente, ¿Va? Y comenzaste a caminar mis pasos, justo detrás de mí, como si fueras mi sombra; la gente oscura nos miraba y se derretía en confusión y desagrado… yo… yo no pensaba que debía pensar. Solo cerré un segundo mis ojos y lo disfruté.

Aquella noche fría y luminosa eras tú el que me quería y yo el que (por fin apestaba) quería… dejamos el tieso piso y nos fuimos detrás de aquellas naranjas en el cielo…

Día 3

Aun no logro adivinar cómo es que me da tanto sueño en un segundo y caigo dormido sin pensar en más, sin soñar nada… y despierto acojinado en la cama blanca. Las galletas y la leche fría están siempre ahí, esperando a que hoy las coma… y esa capsula amarilla que no huele a nada, casi no pesa nada y esa estática.

- Buenos días Carlos

- … buenos días

- ¿Hoy tampoco comerás nada verdad?

- No… no lo haré.

A cada minuto me sentía más cansado, más débil – Quizás deba de comer eso que está en la mesa… o quizás no… da igual si “muero de nuevo”… no hay una razón para hacerlo; no para mi ¿Cuál es el caso de comer si lo mas probable es que este muerto?

- Perfecto… Carlos, quiero que conozcas a unas personas

- ¿Pe-personas?

- … solo… no te asustes.

Detrás de mi se abrió la puerta de metal, dejando entrar a tres criaturas como hombres del espacio… una tenía cuatro brazos blancos…

Carlos cayó al suelo desmayado, derramando el vaso de leche en la mesa de metal. Su cuerpo estaba en el suelo, húmedo por el goteado de la leche.

continuara negro2

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