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lunes, 6 de enero de 2014

El páramo del cielo.

 

Entre los pastizales de un mundo que poca gente puede ver.

Ahí estabas tú.

 

Ay, amor mío, no sabes qué difícil es estar sin ti.

Sin tus ojos de brújula, sin tus manos de león.

 

No me abrazaste cuando me morí bajo las tundras de mis miedos.

Ozono seco y argón: para calmar mi ciudadela de tristezas.

 

Y mis rosales, y mis tristezas, mis logros

Y mis tequestites para sazonar tus pupilas.

Oxigeno para tu iris y tu corazón de sirena.

 

Mírame: solo y quebrantado por entre gatos y hojas.

Susurrándote cuando no escuchas por las sabanas de asfalto.

Ay mi cielo onírico, mi vapor de sal y canela.

 

¿No vez que me vuelvo más loco, cada día

que pasamos separados por una eternidad y una página?

Despedazado, arruinado, enfermo y enamorado.

 

Esperándote entre malezas de un cerro negramente atercipolado.

Un poco más allá del litoral del sol y el páramo del cielo.

 

A.L

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