Los golpes en los teclados, los timbres de teléfonos, esas hojas de papel que parece que gritan “léeme”. La oficina era un caos total pero, pero no para él; en la pantalla de su PC solo había una hoja de calculo vacía, un reproductor de música y sus ojos de soñador refregados en ella.
- Es increíble que una semana te cambie la vida.
- Así es el amor, Señor
- ¿Amor?
- Por lo que eh escuchado parece serlo.
Carlos se sentó bien en su silla y miro hacia donde su asistente estaba ordenando un par de capetas -¿En qué te basas?- le preguntó; su asiste bajo las carpetas y suspiro – Durante esta semana ha ido todos los días, tardes y probablemente noches, a ese café, siempre se sienta dentro del café porque sabe que él ahora atiende esas mesas, le trata de hacer charlar… Señor, es más que obvio-. Carlos abrió los ojos y dijo -¡Crees que ya se haya dado cuenta!-; no necesitó que sus asistente le respondiera a esa pregunta evidente.
-Quizás debería invitarlo a salir una noche- le retumbaba en su cabeza; - Quizás… debería… no sé…-; pensaba y pensaba Carlos y no lograba imaginarse preguntándole eso. La tarde era perfecta para hacerlo: nublado con una leve brisa fría que provocaba abrazar a alguien.
- ¿Qué te sirvo Carlos?-
- Hola Anna, solo quiero un americano.
- ¿Estás bien?
- Si, es solo… (comenzó a mirar hacia los lados) acércate…
- …
Carlos le dijo todo lo que tenia pensado hacer a Anna; incluso le dijo de ese hueco en el estomago que tenia al pensar en un rechazo.
- Pues, no creo que lo haga; él es un chico muy amable, quizás y también le gustas
- ¿Sabes algo que yo no se?
- No, solo digo lo que creo ver entre los dos.
- … ¡Esta bien! Lo haré, se lo diré; de cualquier forma si me rechaza hay otro café a unas calles… (risa)
- Tienes mucho tiempo para pensar como se lo dirás; lo mandaron por unas cosas y tardara más con esta lluvia que comienza.
En poco tiempo la gente comenzó a desaparecer de las calles del centro de la ciudad. La lluvia abordó paredes, banquetas, y todo lo que hubiera a su paso; yo, miraba por la gran ventana como el agua corría y corría, como mi tiempo pasaba esperándolo; pensando en como decirle tantas cosas que no podía decir.
45 minutos más tarde, dos chocolates calientes más tarde también:
-¡Al fin terminó la lluvia! Ya no tardará- pensé mientras tomaba de mi taza ya casi vacía. –Ahí viene!!!- casi grito y salgo a abrazarlo, desafortunadamente todo mi miedo no me permitía hacer ningún gesto que pareciera eso que me oprime el pecho.
- ¡Carlos!
- ¡Ángel! ¿Qué te paso?
- Fui a comprar galletas y cajeta, se termino. ¿Y tú?
- Tomo un poco de chocolate, pero ya se terminó.
- Espera, te serviré más.
Tragué saliva y lo detuve con mi brazo para que no se fuera,
- Oye… este…
- ¿Si?
- ¿Qué harás mañana?
- Trabajar…
- … oh, bueno es que yo… (rascándome la nuca)… unos amigos iremos al cine y pues si somos mas seria mas divertido y pues…
- Me gustaría, en verdad… solo que, no puedo.
- Si, está bien.
Me senté casi muerto sobre mi sillón que parecía que me absorbía las pocas energías que me quedaban. La primera vez que lo invitaba a salir, y quizás la ultima.
De pronto apareció el de nuevo detrás de mí, sin esas bolsas mojadas ni su chamarra café; de nuevo con su playera verde y gorra en mano, paso rápido, y solo puso su mano en mi hombro y dijo:
- Hoy es miércoles, el próximo martes es mi vida libre, si sigues saliendo con tus amigos al cine, me encantaría ir.
Sonrió y caminó… -digo, levitó- hacia la puerta, se acomodo la gorra y comenzó a hablar con alguien fuera del café. Y a mi dejándome con esa estela de luz que solo el puede dejar. Y estoy seguro, muy seguro que la próxima semana te diré todo lo que siento por ti.
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