Ruidos de ciudad: camiones, gente charlando, maricas riendo por estupideces superficiales, palomas picoteando el suelo y muchos jadeos de personas que no soportan este jodido calor.
Caminaba del gimnasio hacia el restaurant, tranquilo y fresco después de haberme masturbado en la ducha. Tenía un buen tiempo para pasar por el kiosco del centro y comprarle esa cuchara de madera que tanto quiere.
Recordando una charla de ase un par de días
- ¿una cuchara de madera?
- Si, de esas que venden las señoras en el kiosco
- Y… ¿para que la quieres?
- No lose, solo me gustaría comprarme una.
En verdad ese chico del café es muy raro; aun así comprare su chuchara y le diré que me la robé de la cocina del restaurant ¿Por qué lo hago? No quiero si quiera pensarlo.
Unos minutos mas tarde; Sebastián caminaba entre la gente mirando esa insignificante cuchara de madera. Cuando choco con alguien.
- ¡Fíjate, enano!
- … (no soy enano)
Al regresar a su camino apareció el chico del café; que también apenas llegaba a trabajar.
- ¡Hey! Sebastián-
- … ¡Hola! Ángel…
- ¿Apenas vas a entrar?
- ¡¡Si!!
- Eso… que traes entre manos… es ¿una cuchara?
- Este… ¿cuál?
- O.o
- Bueno, es que, la verdad no se para que la quieres, pero no estaba tan cara así que… Pues… ¡me debes 15 pesos por la cuchara!
- ¿Mande?
Ángel tomó la cuchara de mis manos y sonrió al verla; todo estaba normal bien hasta que levanto la mirada y alzó una ceja y dijo:
- Gracias, Sebastián.
- … (trago de saliva)
Y entro al café, mirándome todavía. -¡que mirada!- ¿Habrá descubierto lo que siento por él? ¿Él también…? – hummm - .
La tarde pasó y el cielo comenzó a nublarse –aquí viene de nuevo la lluvia- comencé a guardar los manteles de las mesas de afuera para evitar que se mojaran.
- Bla!!! Comenzará a llover- dijo una voz a mi costado
- Si, Ángel, ya comenzará.
- ¿Como sabes que soy yo si no me estas mirando?
- Es obvio ¿no crees?
Las gotas comenzaban a estrellarse entre las mesas de plástico, el aire frío circulaba con más ganas y el cabello (sin verlo) de Ángel comenzaba menearse con su ritmo.
- ¿Por qué no usas la gorra?
- No me gusta usarla mucho, además el jefe se fue.
(Sonido de viento y unas cuantas gotas) mis manos doblaban los manteles, las de él apilaban sillas, mis manos quieren tocar su rostro, dudo que las de él sientan lo mismo. Suspire al ver que me seria imposible. Él se colocó de espaldas a mí y comenzó a hablar.
- No sé …
- ¿No sabes qué?
- No sé, que más saber, ¿lo sabes tú?
- No se lo que dices.
- Ni yo, pero un nervio espantoso recorre mi piel cada vez que platico contigo
- …
- Quizás tu rostro serio, quizás tu forma de hablar… no sé,
- … Tú ¿quieres?
No me di cuenta cuando comenzó a llover mas fuerte, me quede ahí, junto de Ángel; parados, sin decirnos anda mas que mirarnos a los ojos; no había casi nada que decir, solo mirarnos. Sonreí, sonrió, yo me fui a la izquierda a la puerta del restaurant y el a la derecha a la puerta del café.
“No había mucho que decir, quizás y esa ridícula cuchara de madera era lo único que falta por hacer.”
lunes, 13 de julio de 2009
Temporada de lluvia Capítulo 2. Una Insignificante cuchara
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