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jueves, 5 de noviembre de 2009

El Pájaro De Fuego Cap 5 " Dime tú ¿Qué te hace feliz?... "

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Eran de metal, de tela sintética, de una cosa extraña que mis ojos nunca habían visto – eran horriblemente estilizados; esas criaturas fantásticas de las películas de eras futuras. “Hombres astronautas” era lo único que me llegaba a la cabeza; la leche se derramaba sombre mi y goteaba con un eco reluciente que chocaba con sus cuerpos “deformes”.

- … (estática)… (estática)

Sus grandes visores negros en forma de ojos enormes o de letra “V” me observaban pacientemente desde unos metros donde yo seguía en el suelo – llevan ahí 2 minutos sin moverse. Pensé mientras no le apartaba la vista a sus visores ni a esa enorme vara delgada que uno de ellos sostenía con uno de sus cuatro brazos. Hubo un sonido intermitente, el más pequeño de “esos” alzo su mano al pie de su pecho y miro su palma; cuando entonces comenzó de nuevo al estática – ruidosa y molesta… muy molesta. Era como si la estática emanara de ellos, como enormes televisores o refrigeradores vivos.

- … yo… que-quee

Las palabras no nacían de mí - ¿Qué podía preguntar? “eso” de cuatro brazos y “eso” de estatura media y cintura delgada se apartaron cada uno a sus esquinas dejando pasar al tercero que vestía de una manera ligeramente distinta: era un ser más grande que el pequeño, pero no tan grande que el de cuatro brazos; cargaba un par de hombreas oscuras que se distinguían muy fuerte en su traje (o piel) blanco, reluciente como plástico, y en medio de su pecho un la letra “V” en forma muy estilizada. “Esto” se acerco haciendo la estática más resonante en la habitación hasta que el presionó su muñeca un par de veces y…

Vamos háblame, dime algo… lo que sea que te llegue en este momento. Miraba tu rostro mientras dormías sobre la cama.

- ¿Qué esperas?

-

El sonido de los golpes de teclado resonaban en las paredes del estudio; Dzahuindanda dormía con él acurrucado en sus piernas mientras que yo no dejaba de derramar mi cerebro en el teclado - … ¿Cómo es que sigues aquí si no estás aquí?...

Te miraba a una distancia, yo, sentado en mis escritorio, decías que podías sentir cuando te miraba recostado en la cama; cuando los rayos del sol que atravesaban la ligera cortinita de aquella ventana frente a la cama, chocaban en tu piel, dándote más brillo – iluminabas todo el cuarto y toda mi cara… mi aura era tu luz. Vaciaba grandes suspiros en tu mirada y colmaba de sonrisas sin sonido toda tu piel - ¡Ah! Que cálida llegaba a ser, tanto que se derretía en mis muslos cuando te tocabas con ella.

Dzahuindanda se despertó, bostezo y me dijo en una voz somnolienta – Oye, tengo hambre.

- Si…

Coloque un plato de comida y lo veía comer poco a poco, como si cuidara que alguien no se la arrebatara -¿Se quedara todo el día?- me dijo mientras masticaba. Yo me volví a la cama a verlo de nuevo; puse mis manos en mi cintura y suspire profundo…

- Él no se quiere ir y yo pues…

- Está bien… está bien.

Dzahuindanda regreso a la cama y yo me volví a sumergir en mi maravillosa fantasía “la enorme fantasía de verte dormir sobre de mi cama…”

Carlos se sorprendió al escuchar su voz; era la segunda voz y la primera con un cuerpo que, miraba después de despertar. Lo miro atentamente, con miedo, curiosidad y confusión.

- Dije, buenos días Carlos.

- Buenos días… señor.

- Bien, comencemos…

Su voz era extraña, como si fuese una grabación, como si tuviera un micrófono en vez de cuerdas bucales; no mostraba ningún movimiento en su “casco”… no mostraba nada… nada.

La voz de nuevo aprecio dijo:

- Ellos son técnicos de este lugar… te harán unos análisis, por favor no te resistas, no te haremos nada.

- ¿Por qué?

- Es necesario

- ¿Para qué?

- Para saber si estás bien.

- ¿Para qué?

- Para continuar con esto

- ¿Con cuál?

- Aun no lo puedes saber

- ¿Por qué?

- …

“Él” se acerco a mi lentamente extendiendo su mano para levantarme – Te hablaré de porque mi voz suena a si, ven, siéntate.

Nuestro mundo – no el tuyo. Es distinto y más extraño de lo que tú te imaginas, tu cerebro por más que intente, no lograría entender el hecho de este lugar, de este sitio, de este momento y de nosotros. Ya no somos humanos, cruzamos ese nivel primitivo; formamos una nueva especie de ser; mas que un primate, más que un humano, más de lo que te llegaras a imaginar; no carecemos, solo no nos es necesarias las cuerdas vocales como las que tienes tu; nuestro sistema es mas evolucionado, no necesitamos de tus antiguas palabras, sonidos, letras… ya no más.

Se acerca la voz de techo para agregar – Nuestro sistema de alfabeto tiene más de 500 palabras por así decirlo; nuevos sonidos que tu antiquísimo sistema humano no puede ni siquiera lograr simular; usamos nuestra tecnología para traducir nuestro lenguaje hacia el tuyo, es por eso que nos escuchas así. La criatura pequeña y delgada se acerco y dijo – Así es Carlos. Con una voz de mujer con un acento español. La voz en el techo dijo –ya que descendemos de los de ustedes y de sus razas antiguas, este dispositivo emula a la perfección lo que sería la lengua de origen nuestra; “ella” tiene su asentó en castellano; el que está cerca de ti habla perfectamente el latino; y el de el fondo solo inglés….-

- ¿Cómo se llaman?

Lamentablemente ni siquiera el dispositivo puede amular sus nombres; ya que son palabras que no logran coincidir con ninguna del alfabeto de Carlos. – Es imposible que logremos describir al menos nuestro nombre. …

El pájaro de fuego

Cap. 5

¿Qué te hace

feliz?

El sonido de loas pajarillos entraba por la muerta y la cortina; Dzahuindanda los mira muy pacientemente sentado a un lado del filo de piso; de bajo de él ( en el patio) subías las escaleras con una bolsa llena de fruta. - ¿Dónde estás? Siempre preguntabas cuando sabias donde estaba yo exactamente. Todas las tardes de todos los sábados cuando salías a comprar uvas y naranjas, yo me sentaba en el pequeño cuarto que construí arriba – Ahí en el escritorio donde está la máquina de coser. Y cosía mis trabajos, remendaba tus calcetines rotos y cosía almohadas.

Pensaba - ¿Cómo llegamos a tanto? Mientras mis dedos maniobraban tus calcetines; la aguja pasaba de afuera a adentro; punto a punto; - Creo que ya son muchos- me dijiste al subir las escaleras de metal que daban al pequeño cuarto de madera; tomaste una silla y te sentaste al revés en ella.

- ¡Ah! No sé como llegas a maltratar tantos calcetines

- No losé… (sonreías)

… todo, absolutamente todo lo que hacía, decía cuando estabas conmigo era porque querías que lo hiciera; no había otra razón ¿O sí? Si me decías que caminara, caminábamos, si me decías que saliéramos a cenar, íbamos al lugar que más te gustara; ¿Por qué no me importaba? ¿En dónde estaba mi vida?

Esa vez; que te sentaste a un lado mío, me abrazaste y me quitaste el hilo de las manos - ¿A dónde iremos hoy?- me preguntaste mientras olías mi cabello – Donde tú quieras… lo que sea está bien- te respondí mientras cerraba los ojos y disfrutaba el sonido de tu nariz…

… el sonido de tu nariz; respirabas y olías; olías y aspirabas; y yo, yo me dejaba respirar. Me preguntaste algo; eso que nunca habías preguntado; algo que nuca paso por mi mente hasta ese momento. Me dijiste mientras aun me respirabas - ¿Qué te hace feliz? Comenzaste a platicarme que cada cosa que hacíamos era de ti, por ti ¿Qué había de mi? ¿Qué me gustaba? ¿Qué era lo que yo quería?

Prefería yo, recostarme y dormir por un buen rato, o ver comer a Dzahui, o jugar un par de cartas, o simplemente ver el televisor; no había en mi algo importante por hacer; todo lo que hacía eran tan trivial que me daba pena incluso pensarlo – No, sé que hay mas … dime.

No sé, quizás salir a tomar fotografías, y a un lugar desconocido e invadirlo con preguntas y curiosidades - ¡Y muchas fotos…! Podría quedarme paciente a ver una buena puesta de sol; pero de nuevo pensé que era tonto. Me quitaste el brazo, te levantas y me dite un beso en la frente – Baja, prepararemos algo de comer…- y te fuiste. La última vez que te vi sonreír…

… su mirada temblaba y sobre ella lagrimas secas estaban; su boca ya no podía estar más tiempo abierta, pero aun así esta forzada; una mano, un guante blanco estaba cerca de él. RK miraba atento detrás del espejo.

- A sido introducida la vara rastreadora al cuerpo del sujeto señor.

- … ¿Lo están lastimando?

- Los sensores indican que no, solo está asustado e incomodo.

- Perfecto.

El sujeto de las grandes hombreras habían atravesado a Carlos con esa vara negra;: entrando por la boca y llegando casi al recto. Carlos temblaba de miedo mientras escuchaba la voz distorsionada de “esa” que decía – tranquilo, mientras ella solo miraba desde sus lentes oscuros.

En cuestión de segundos la vara se hizo diminuta y salió de golpe del cuerpo de Carlos, asiéndolo toser. “Eso” revisó su muñeca y se levantó acariciando fríamente la cabeza de Carlos – Eso es todo por ahora, gracias. Y se marcharon sin siquiera hacer ruido al caminar.

- Gracias Carlos, gracias por cooperar con ellos.

- … ¿Por qué?

- ¿De nuevo?

Carlos miró el espejo mientras se asobaba el garganta, miraba fijamente con una mirada muy fría y molesta – Dímelo…- le decía al espejo. KR pregunto si Carlos podía ver detrás del espejos pues, sus miradas se cruzaban exactamente. – No señor… no puedes es solo una coincidencia, hay una escala de 0.2 de 3.000.000.000 que sus miradas coincidan señor. Carlos la mantuvo ahí, desnudando a RK; - Dímelo… ¿Esto te hace feliz? - RK trago saliva, apretó su libro y respondió irónicamente.

- Dime tú ¿Qué te hace feliz?

- …

“… y a veces cuando cierras los ojos vez el lugar donde naciste… “

1 comentario:

Maestro Francisco Gurrola Ramos dijo...

Dzahuindanda el flechador del sol, esta muy bien en este cuento.
Felicidades