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viernes, 17 de octubre de 2014

Mi terror.

 

Hay veces en las que me dejas solo.
Pero quiero que sepas que está bien.
porque cuando me dejas solo de ti,
me entra una necesidad inmensa de volver a verte
y un terror de perderte de mí.


Cuando te vas.
Las cosas se aletargan, se distorsionan. Se mueren.
La topografía de todo se vuelve
tan extraña que me causa pereza tan solo mirar.

Cuando me dejas solo,
siento que el aire no es aire
y que mientras más estoy aquí y tú allá, mi corazón se vuelve cada día más viejo.

Quiero que sepas que en la soledad
solo te recuerdo.
Y espero con raíces en pies y manos
el día en que rompas la distancia.

 

A.L

Si tú me olvidas.


QUIERO que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mío,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amado,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
PN.

sábado, 31 de mayo de 2014

Hay Inspiración.

 

Hay pero no hay

- ¿Y si hay?

No, no hay, pero hubo.

- Habrá más tarde.

Quizá.
Tal vez sí, tal vez ya se acabo.

No, no hay,
hay pero no aquí.

- ¿Dónde hay?

Hay bajo las piedras.
Bajo las casas y las vergas.
Hay en la calle

- ¿Hay?

Hay pero se esconde
hay pero no completa.
No tiene manos, ni pies
ni guevos para la verga.

Hay pero no está completa

- Pero sí hay.

Hay.

Y si la encuentras

Gárrala con todo

Si no, te carga la verga.

A.L

lunes, 12 de mayo de 2014

De polvo eres, y en humo te convertirás.

 

Vestido de un humo parecido al de los sueños.

No-te miraba nítido ni intangible.

¿No es lo mismo?
No. No lo es.

Con-traje negro y una corbata negra sobre una camisa blanca.
Perfectamente vestido. Perfectamente simétrico.
Humeado y con lóbregos ojos sobre su rostro elegante, esbelto y varonil.
Sin una peca, sin un barro. Y sin un cabello fuera de su lugar. Revuelto en una forma esplendida y sin llegar a ser molesto.

Con una mano dentro de su pantalón de ceniza.
¿Quemado o pos quemado?
Cenizo, porque era de la ceniza de los pinos que se morían.

Esbelto. Acomodado en medio de la vista que se vestía confusa. Como en un sueño. Entre humo de pino y el humo de la creencia de estar durmiendo.

Y también intoxicado.
Con el frío y el polvo de plomo; vidrio y carne quemada.
Un ojo medio abierto y el otro entrecerrado.

- Sabrás ahora lo romántico que es morir quemado.

Ardiendo en una llamarada roja y naranja. Más cálida que dolorosa. Oliéndote y retorciéndote en el placer de ser próximamente humo. Antes ceniza, antes carne roja y naranja. Antes carne cruda, antes humano, solo, sólo humano. Sobrio, sombrío, zozobrado.

Mano derecha resguardada del fuego; dentro del pantalón cenizo. Mano izquierda revestida con un guante negro. Sosteniendo la mano negra y ceniza. Carbonada. Deshaciéndose. Saliendo de las lascivas llamas. Mi cuerpo.
Cansado. Satisfecho. Me hundo en esa sensual sonrisa; y me deshago en lo prometido.

Cenizas, después humo, humano, in-humano, sobre-humano.
De polvo eres y en humo te convertirás.

A.L

miércoles, 30 de abril de 2014

¿Sabías que las olas van pero no vienen?

 

¿Sabías que las olas van pero no vienen?
No sé a qué te refieres con eso.
Ni yo lo sé, a veces digo cosas sin sentido, como dicen ellos; pero yo creo que…
Creo qué son bonitas.
¿Las olas?
No. Lo que tú dices.

El sonido del mar atravesaba la delicada capa invisible de viento que había alrededor de un todo; se podía oír a los jóvenes gritar de alegría y euforia al ver como algo tan simple les podía causar un asombro de esa magnitud. No lo decían. Pero el sonido que producían las olas, les entraba de una manera diferente a mí y causaba un efecto que no se podía comprar de ningún modo. Aún así. Les gustaba.

Era de tarde, por ahí de las cinco o seis y el sol brillaba tenuemente mostrándose en el horizonte: Rodeado de gente y gritos de felicidad.

¿Y por qué no entras al mar?
No es lo mío. No, definitivamente.
Entonces. ¿Qué haces aquí? Sentado a la orilla y mirándolo con tanta admiración. Hasta sonríes.
Tal vez es porque estoy siendo engañado por mis amigos, y no me importa. No sé. Siempre, cada verano llegan a casa con la excusa de venir a verme y saber cómo estoy; se la pasan unas horas platicándome de cómo es el mundo ahí donde estás y luego se desaparecen todo el resto del día. Se van a la playa, al mar, llegan todos cansados; a veces ebrios. Llegan preguntando por qué no fui con ellos y luego se caen en el suelo y duermen hasta el amanecer. No puedo evitar sentirme agitado por su comportamiento pero, qué puedo hacer: son los únicos que tengo, y oírlos venir una vez al año y reír con los viejos recuerdos de la escuela me hacen pensar que todavía estamos ahí. Pausados.

No oí nada por un momento más que el mar. Y luego por vez primera escuche como reías.

Y los míos decían que yo hablaba mucho.
¿Por qué dicen eso?
Yo qué sé. Lo hacen; pero como tú mismo lo dices: son los únicos que tengo y qué le puedo hacer. Pero es así. Así que no es lo tuyo eso del mar.
No.
¿Y entonces por qué lo contemplas con tanta admiración? Tanta que no volteas a verme cuando hablo.
Porque sé que estás a un lado mío, porque sé que estás todavía mojado y porqué también sé que estás aquí por el sonido de tu voz. Además no veo el mar, veo el sol. Por eso los lentes negros. Oye ¿Qué hora es?
Tal vez las cinco o seis, no estoy seguro; pero está cayendo el sol.
¿Y cómo lo vez? Dime, ¿Cómo lo vez con tus ojos de poeta?

Puse sentir en ese momento como relajabas tu cuerpo y apoyabas tus manos en la arena. Supe también que, por el impacto no llegabas a tener más de 1.70 de altura y que por el sombre nombre que te gritaban tus amigos no estabas gordo.

No sé, sólo veo qué cae. Se pone lentamente más rojo cada vez, y si puedes ver ahí, cerca de las rocas que están ya negras; en el cielo se va dejando él, raspado, ahí entre las escasas nubes. Mira, ya se sumergió más en el mar, pronto será poco menos de la mitad.
¿Y crees que haya luz?
Sí, siempre la hay. Se va cuando pasan de las siete y el sol ya se hundió casi por completo. ¿Enserio no quieres entrar al mar?
No, estoy bien aquí. ¿Entonces por qué llevas traje de baño y esa delgada playera? Quítatela y vamos a mojarnos un poco.
Llevo el traje de baño porque estamos en una playa y la playera porque me gusta usarlas.
Entonces. Por qué vives aquí.

Valla que hablabas mucho; pero eso no me importaba; comencé a adorar tu voz desde el primer instante que la escuché. Justo cuando me enteré que un amigo mío de la ciudad coincidía con uno tuyo y nos presentó. Desde que te tendí lentamente la mano y tú me la apretaste con tanta fuerza que creí que estaba frente a un regordete sujeto que seguramente terminaría en una pésima cita a ciegas. Pero no fue así.

Estoy aquí porque mi madre me trajo; porque el ambiente es menos dañino que el de la ciudad y porque pensaba ella que aquí estaría mejor. Hace ya como…
Como cuatro años. Eso me dijo Santiago. Me dijo que tenía ya cuatro veranos que venía a visitarte y que este no sería la excepción.
Jodido Santiago; ese cabrón siempre ha sido así.

Te comenzaste a secar mientras me dabas tu perspectiva de cómo era la ciudad para ti. Puse una meticulosa atención en escuchar como la toalla pasaba por tus brazos y la rasgaba suavemente, jugaba con tu traje de baño y luego subía por los vellos de tu estomago y pasaba por tú cara. Ahí me perdí. No puede divisar tu rostro. Volteé hacía ti para que me miraras y robarte un beso, pero me detuve antes de hacerlo; sólo sujeté con mi mano derecha la arena para no caerme en sima de ti y darte ese beso. Todavía no sé por qué, después de tanto oír a la gente, tú fuiste el único con el que sentí ese terrible impulso. Creí que me golpearías. Así al menos podría averiguar qué tan delgado eras al sujetar tus brazos; pero luego pensé en que podías tirar mis lentes de sol; entonces también yo me hubiera enfadado, amo mis lentes de sol. Pero más me hubiera enfadado en haber actuado como un pendejo. Me reservé, me limité y sólo esperé a que te dieras cuenta que estaba con los ojos bien abiertos hacía ti.

Había subido la marea y las olas eran más grandes, se podía escuchar más fuerte como chocaban y hasta incluso, como se formaba la espuma y luego se disolvía rápidamente. Las risas y gritos de mis amigos que pronto se volverían tus amigos y el crujir del viento mezclado con las olas y llegando frescamente hasta donde estábamos.

Amo el mar.
¿Enserio? ¿Por qué?
No lo vez. Quizás es diferente de cómo yo lo veo; yo lo veo con mis ojos de poeta, como dices, lo veo como un poderoso Dios o como algo que va más allá de nuestra imaginación. Terrible, magno, y triste.
¿Triste por qué?
Porque no logro comprender como siento él tan hermoso, no pueda causar el mismo impacto en un chico tan guapo como tú. Si tan sólo lo vieras como yo lo veo Eliot.
Si lo viera de la misma forma que tú, estoy plenamente seguro que lo amaría. Pero no es así, no lo veo como tú lo vez.

Se nos acabo el tiempo antes que me contestaras. Alguien se aproximaba corriendo hacia nosotros, dejaba la marca de su pie con agua que luego se volvió de arena cuando se acercó y nos dijo que se había acabado el tiempo. Habría que volver: yo a casa y tú al hotel donde te hospedabas con el resto del grupo. Puto Santiago. De saber que era él. Te hubiera invitado a quedarte en mi casa; pero por un segundo no reconocí su voz. Tal vez por lo nervioso que estaba yo, y la broma tan pesada que hizo él: ponerme su miembro en mi oído y luego soltarse a carcajadas. Sé que te levantaste esperando a que yo te despidiera, esperando a que te dijera de manera rápida cómo miraba yo el mar; pero por más audaz me que me había vuelto con los sonidos todavía temía al caminar. También supe por Santiago que te quedaste ahí de pie, incrédulo. En el momento después en que me tendiste la mano y dijiste nos vemos mañana y espero esta vez sí te animes a entrar un rato al mar, ya quiero ver esos grandes brazos en acción: rompiendo las olas. Y yo, volviéndome más inútil y torpe, dejando tu mano al aire hasta que Santiago agarró la mía y la junto a la tuya.
Por eso sé que prefiero estar sentado en la arena, las escasas veces que bajo a la playa, por eso odio que cada año Santiago me presente a alguien que, después de ese día no me volverá a ver de la misma manera. Pero no me preguntes cómo supe que, después que te tuve que apretar la mano para que salieras del shock no importaría más el hecho de que yo estaba completamente ciego. Tú y yo volveríamos a esta playa para poder estar juntos Rodolfo.

A.L

lunes, 7 de abril de 2014

Nosotros. Los artistas.

 

Vivimos en una alcantarilla.
Bajo la luz pálida de una sociedad mal bien parida

por seres supraterrenales.
Vivimos bajo una sociedad que nos mira como seres

Inocuos y extraños vegetales parlantes; anegados

en un idioma que ellos no saben entender.
- nos vemos obligados a hablar su mismo idioma
a amamantarlos con nuestros senos de unicornio.

A mitigar sus errores y ayudarlos a prosperar.
Y creen estúpidamente que fue por gracia de ellos.
Y nos arrojan a la peste y muchedumbre de sus desperdicios

Cuando ya no somos útiles para ellos.
Nos autocomplacemos relacionándonos con ellos;

Tenemos sexo con sus hembras y sus machos
Por placer; y pocas veces:

Para perpetuar nuestra especie.
- nosotros, páramos brillantes.

Tenemos que rebajarnos a procrear con sus machos

Porque entre nosotros
Nuestros cromosomas no arrancan vida.
Vivimos bajo el zapato que hicimos,

Dentro es vestido que tejimos,
sobre el lienzo qué pintamos

Entre las palabras que decimos y escribimos.
nos adornamos con nuestras prosas
colgadas al cuello; nuestros sonidos, texturas;
nuestras fotos; engrasadas
con joyas y el oro más puro.
Y todavía así nos olvidan.

Somos miserables en este mundo
al ser casi Dioses, cánones de curso de su vida.

Y cuando nos quedamos sin aire para volar
se nos caen las alas; y ellos son grises.
Buscan otros como nosotros urgentemente.
porque no tienen cómo sobrevivir.
Nos violan como flores alquiladas,
nos chupan hasta sacarnos los huesos
y nos dejan flacos, locos y olvidados.
Lo que no saben ellos
es que somos inmortales:
Que en cada paso que dan,
en cada esquina que cruza,
en casa vuelo, en cada libro
en cada pista, cuadro, pan o letra que ellos
comen. Nos comen a nosotros
nos alaban silenciosamente
y revivimos por entre las cenizas:
como un fénix rojo y calcinante
como alas de fulgor que jamás
ellos podrán imitar.

A.L

miércoles, 26 de febrero de 2014

jueves, 13 de febrero de 2014

Ed chip di programata

 

Ed chip di programata
qui no pude ser derrumbado
- chivilización.
- humanidad.

Disvanecida qui no pude ser.

Ed chip di programata
Qui mi puse al dicher.
quino se pude discompner
Di poechía, di palabre.
di forma, di distancia do li realida.
Le sustanchia.


Doy pensaba qui le poechía
ira di Gloria.
Doy soy fan di una tortura hicha de palabras
y círculos.


Doy soy un gato loco.

A.L

martes, 28 de enero de 2014

El niño y el lobo.

Bosque de mentiras.

Donde las hadas roban oro


y los duendes lloran bajo un árbol.

Caminar ahí es un peligro


y delirante placer.


Dispuesto a amar

o ser amado.


Abandonar, y ser abandonado.


Una víctima.
Seré.

Un cazador pasivo, un niño


corriendo a buscar insectos.

Qué es él:


Un cazador
,

Un duende mitómano.


Un lobo en busca de sexo.


Ahí estamos,


Ahí nos vemos,


En el bosque donde nos morimos


Todos, absolutamente todos por dentro.

Abrazados con cuerdas falsas;

lascivas enredaderas,

“escupe amor”.

Y sus colmillos rosas.

Y mis muslos diminutamente maduros.

En un bosque donde el aire huele a fornicación.

Tu alma no tiene lugar para ser vista.

A.L

domingo, 19 de enero de 2014

Esmeralda.

 

¿Te acuerdas cuando podías sonreír?
Es fácil de imitar, pero difícil de fingir.
No es lo mismo, no lo es.
Apenas ayer era una persona. Hoy, soy otra.
¿Mejor? ¿Peor? No lo sé con certeza; pero, todo esto dará un giro en mi vida.
Apenas ayer sonreirás, Ahora estás y no estás; apenas reías, crecías y jugabas.
y ahora ¿Qué?...
Sólo duermes, ya tranquila y sin dolor, y yo aún sin poder entenderlo. No lo veo aún, no siento que te hallas ido, creo que sigues aquí y no sé si eso sea sano.
No te lloro como debo hacerlo, no estoy contigo como debo hacerlo; aún no.

¿Qué voy hacer mañana?
Me despediré de ti y quizás lloré mucho, no lo sé aún. Tengo un corazón muy extraño.
No sé de muchas cosas – o tal vez no las quiero entender.
Sé que voy a extrañarte, en algún lugar y en algún momento: Me veré buscando en tu cama durmiendo, o en el suelo jugando. Y justo ahora me veo buscándote riendo, gritando y quitándote los calcetines.

Cuando sepa que te fuiste me arrepentiré de tantas cosas, de no buscarte, de no llórate; de cada uno de estos malos pensamientos que me invaden ahora mismo. Y de no poder ayudarte sabiendo que no podía hacer nada.
Te extrañaré en su momento, y te recordaré con amor y gracia.
- Serás siempre lo que fuiste y no lo que ahora eres, serás lo que pudiste ser y lo que tuviste.
¡Te extrañaré tanto en un momento!

Lamento no sentir tanto en este instante.
Espero me perdones Esmeralda.

A.L.

martes, 14 de enero de 2014

León mecánico. Toxico.

Me olvidé cómo se va y hacia dónde se pierde.

Garras y fuego visten a un animal extraño;

Marte le da una espada que, en su hocico blande en contra mía.

Hay miedo y adrenalina, gas y neón en mis venas.

Odio y celos para la familia que abandone cuando ellos

                               me olvidaron.

 

                         La decepción del sueño:

el animal de metal y éter que me besa de noche y se burla de mí.

Su melena, sus dientes, sus ojos de madera, ónix y cadmio.

Todo soñado, todo hermoso, todo pálido y, con alaridos

los besos que nos dábamos se desvaneció por las hendiduras

                                   del despertar.

 

Se fue con sus garras de macho, su melena negra y sus ojos de cadmio.

Y ardiendo en su cuerpo una hiedra roja, muy roja, que

me escalda la mañana.

 

Maldito león mecánico, que me acosas también en sueños

donde, me sodomizas con tus besos de mercurio y plomo toxico.

 

A.L

lunes, 6 de enero de 2014

El páramo del cielo.

 

Entre los pastizales de un mundo que poca gente puede ver.

Ahí estabas tú.

 

Ay, amor mío, no sabes qué difícil es estar sin ti.

Sin tus ojos de brújula, sin tus manos de león.

 

No me abrazaste cuando me morí bajo las tundras de mis miedos.

Ozono seco y argón: para calmar mi ciudadela de tristezas.

 

Y mis rosales, y mis tristezas, mis logros

Y mis tequestites para sazonar tus pupilas.

Oxigeno para tu iris y tu corazón de sirena.

 

Mírame: solo y quebrantado por entre gatos y hojas.

Susurrándote cuando no escuchas por las sabanas de asfalto.

Ay mi cielo onírico, mi vapor de sal y canela.

 

¿No vez que me vuelvo más loco, cada día

que pasamos separados por una eternidad y una página?

Despedazado, arruinado, enfermo y enamorado.

 

Esperándote entre malezas de un cerro negramente atercipolado.

Un poco más allá del litoral del sol y el páramo del cielo.

 

A.L

miércoles, 1 de enero de 2014

Rituales poco ortodoxos para el fin de año.

 

Muchos pensamos que, un fin de año es como una nueva oportunidad de hacer las cosas de distinta manera. Pero la verdad es que, la monotonía que envuelve ese ritual para cerrar el año viejo y darle la “bienvenida” al que le sigue es el ejemplo claro de que las cosas siguen y seguirán estando tal y como las dejamos hundidas en esos restos de pollo asado con pasta de frijol y sobre el plato desechable.

Una camisa nueva – quise y me di el lujo de integrarme a ese ritual. Para el comienzo de un año nuevo; tenía la esperanza de que esta vez, la ciencia que, a mis 25 años conozco y me baso muchas veces para crear mis historias de fantasía, está vez, fallará. Que por alguna razón regresara ese sopor que a me invadía a los 10 años, ese nervio por ver qué le iba a pasar al planeta cuando el reloj de la tv nos anunciara que el legendario y catastrófico año 2000 había comenzado. Quería ver de nuevo a toda la familia peleando por un asiento en la sala, aburrirme con los sermones de tías, tíos y abuelos sobre el cómo y el por qué debo de ser una “gran persona”, salir con mi hermano a quemar cuetes y descubrir el porque a esa edad me encantan en especial aquellos que sacan luces, argumentar que son maravilloso y mágicos.

Para mi pena, la ciencia me fallo esta vez, no fallando. Me hundí en un terrenal y monótona cena donde, los argumentos de varias personas hacían, de un modo herir los sentimiento aflorados de uno y de otro más, claro está y no lo voy a negar, esa hambruna que cargaba conmigo desde las seis de la tarde había provocado que cada mordida de bolillo, cada cucharazo de pasta de frijol y cada sorbo de ponche fueran sin duda, una gloria. Me deje llevar por las charlas sobre el destino poco prometedor de mi primo de 17 años; a la cual agregue sólo en el pensamiento “este niño va que vuela para ser un pobre diablo o un pobre diablo”. No quise entrar en más detalle pues al cuarto sorbo de ése BOONES con ponche, comencé a formularme las siguientes preguntas: ¿Estoy madurando? ¿Me estoy volviendo viejo?

12:10 am del primero de enero del nuevo año y mi querida tía comenzó con el siguiente ritual, lanzar lentejas con el fin de atraer el dinero y la abundancia a nuestra vida; y ahora que analizo eso; bien pudieron haber servido ese medio kilo de lentejas para completar el caldo que tengo en mi refrigerador. Pero sin más remedio que la tradición: me vi envuelto por un par de segundos, una lluvia de papilionáceas sorteándome por entre las manos de la familia para lograr atrapara parte de mi destino prometedor y lograr un bienestar económico para este nuevo año. Sin darme cuenta de cuándo termino mi delicioso plato de pollo asado en una bolsa negra, me dispuse a ver cómo alumbraban la calle con el fuego del muñeco del año viejo, escuché de pronto: “recuerda Carlos que tienes que ponerle en una hoja todo aquello que quieres que se valla y que no se repita en este nuevo año”. Lo dijo alguien que corría para ser el primero en colocar su vasta petición de rechazo hacia la vida. Yo, por mi parte cogí una hoja roja y una pluma y sin más que agregar, me adivine a mí mismo lo que cualquier persona pediría:

+ Dolor

+ Enfermedades

+ VIH

+Cáncer

+ Trabajamos mal remunerados.

Supuse que era lo que todos pedirían que se fueran de la vida de uno ¿no? Entre el festejo de mi primo con sus cuetes yo me refugiaba los oídos para no ser sorprendido por esos malévolos “cuetones” “palomitas” “pies de elefante”. Razonando, me doy cuenta que no es que encuentre maravillosos y mágicos los cuetes que sólo sacan luz, sino que, soy demasiado cobarde o gay para sortearme la vida misma en esa llamada de truenos y chasquidos que a mis tías y a mí nos parecía “brutal”. Entre tanto tronidos y bailes madrúgales, me decidí en consumir lentamente mis 12 uvas y adquirí el derecho a 12 deseos que no podrás volver a pedir hasta dentro de otro año. Comprendí que, mientras masticaba y pensaba, aquellos deseos han ido, de cierta manera, evolucionando: cuando antes pedía carros de control o artefactos que veía por tv, los cambiaba por poder terminar mi novela y poder encontrar la cura al VIH; entre tantos deseos de bienestar a mi familia y amigos, olvide pedir a una de esas “poderosas uvas” el que me consiguieran un marido o un novio, de esos empalagosos y que pasan a recogerte al trabajo en una motocicleta con sus bíceps surcando el sol; también pedí un poco más de cabello, pues, cada día parece que este se va de mí al igual que los hombres que conozco por el MANHUNT.

En fin; el ritual de año nuevo culmino para mí a las 12:45 ganandome los abrazos y besos de mi familia, la esperanza de que mañana es un mañana común y corriente y claro está, un mareo al aparecer provocado por ese boones de durazno con ponche.

Feliz 2014.

A.L